A mi me encanta Dios.
Ha puesto orden en las galaxias y
distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas.
- Jaime Sabines.
A mi tío,
No. No es un juego. Es futbol y son tus colores, es tu sangre, es tu infancia la que todos los domingos salta a la cancha a defender al niño que fuiste.
No, no hay casualidades. Yo te había dicho eso tío, como lo dijo Sabines.
A mis treinta y dos años confieso que no he tenido solo un amor. Un día, y tú lo debes recordar, mi ingenuidad y el hecho de haber cruzado los ochentas me nublaron la vista volviéndome aficionado a los Pumas.
Ese amor fue furtivo, fugaz. Solo preparó mi corazón para el amor cierto, el único. Basto que naciera en la Comarca un equipo de Guerreros que peleaban cada domingo en el desierto, vestidos de verde y blanco en una cancha seca y dura, como en las que corría yo, para que el amor a nuestro equipo se tatuara, se insertase.
Pero entonces llegó un año. Llegó un día. Santos recibía a Pumas en el Corona. Por primera vez me acuerdo de ir al estadio con mi padre, movido por lo que creo ha de haber sido una joda mía para que me llevará. Recuerdo todavía la emoción al esperar a ver a los Pumas en mi casa. El estadio Corona ya entonces era mi casa. No me preguntes por el resultado, ni por el parado de los equipos, pero Pumas salió con la camisa café y el escudo en Azul, como los veía en tele. Al final del partido, mi papá logro colarme al vestidor de los Pumas, y me dieron su autógrafo España, Servín, no recuerdo quien más.
La emoción fue grande. Tanto, que la repetí. Un año nuevo llegó, y la cita era otra vez en casa. Santos Pumas. Fue mucho más difícil convencerlo, pero ese año fui con mi abuelo al estadio. Fue la única vez que fui con él, no sé, tal vez fue la única vez que él fue al estadio.
Y yo, que siempre iba contigo, esos días sentía pena por cambiar la rutina. Pero tú me entiendes, hoy lo sé.
El domingo se cierra el estadio, dando la oportunidad a que los recuerdos se conviertan en leyenda.
Y es otra vez, un Santos Pumas. Como la primera vez, pero ahora no habrá una nueva vez. El domingo que se apague la luz me voy a despedir de la vez que convencí a mi abuelo, del día que fui con mi papá al estadio, de ti y de lo afortunado que siempre fui ahí.
A mi también me encanta Dios, y por lo visto no tiene mucho que hacer. ¡Mira que ponerse a organizar el calendario de juegos!.
Con un abrazo,
Fernando
Ha puesto orden en las galaxias y
distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas.
- Jaime Sabines.
A mi tío,
No. No es un juego. Es futbol y son tus colores, es tu sangre, es tu infancia la que todos los domingos salta a la cancha a defender al niño que fuiste.
No, no hay casualidades. Yo te había dicho eso tío, como lo dijo Sabines.
A mis treinta y dos años confieso que no he tenido solo un amor. Un día, y tú lo debes recordar, mi ingenuidad y el hecho de haber cruzado los ochentas me nublaron la vista volviéndome aficionado a los Pumas.
Ese amor fue furtivo, fugaz. Solo preparó mi corazón para el amor cierto, el único. Basto que naciera en la Comarca un equipo de Guerreros que peleaban cada domingo en el desierto, vestidos de verde y blanco en una cancha seca y dura, como en las que corría yo, para que el amor a nuestro equipo se tatuara, se insertase.
Pero entonces llegó un año. Llegó un día. Santos recibía a Pumas en el Corona. Por primera vez me acuerdo de ir al estadio con mi padre, movido por lo que creo ha de haber sido una joda mía para que me llevará. Recuerdo todavía la emoción al esperar a ver a los Pumas en mi casa. El estadio Corona ya entonces era mi casa. No me preguntes por el resultado, ni por el parado de los equipos, pero Pumas salió con la camisa café y el escudo en Azul, como los veía en tele. Al final del partido, mi papá logro colarme al vestidor de los Pumas, y me dieron su autógrafo España, Servín, no recuerdo quien más.
La emoción fue grande. Tanto, que la repetí. Un año nuevo llegó, y la cita era otra vez en casa. Santos Pumas. Fue mucho más difícil convencerlo, pero ese año fui con mi abuelo al estadio. Fue la única vez que fui con él, no sé, tal vez fue la única vez que él fue al estadio.
Y yo, que siempre iba contigo, esos días sentía pena por cambiar la rutina. Pero tú me entiendes, hoy lo sé.
El domingo se cierra el estadio, dando la oportunidad a que los recuerdos se conviertan en leyenda.
Y es otra vez, un Santos Pumas. Como la primera vez, pero ahora no habrá una nueva vez. El domingo que se apague la luz me voy a despedir de la vez que convencí a mi abuelo, del día que fui con mi papá al estadio, de ti y de lo afortunado que siempre fui ahí.
A mi también me encanta Dios, y por lo visto no tiene mucho que hacer. ¡Mira que ponerse a organizar el calendario de juegos!.
Con un abrazo,
Fernando