jueves, mayo 04, 2006

Del explosivo sabor de las mandarinas a los besos molotovs.

A veces la vida es así. (O mi vida es así).

Vas caminando sin conocer muy bien el rumbo que llevan tus pasos y preguntándote si vas bien, si sigues por donde mismo o si mejor te regresas y te guardas en la comodidad de lo establecido. Si amas a quien debes amar, o si te abrazas a la amorosa ausencia que describió Sabines. Tal vez como el amor de Neruda, un amor que quiere libertarse para volver a amar.

Pero así sigues caminando, un poco a ciegas. Te encuentras con un alma y te abrazas en instantes y te fundes y te das. Entonces tú ya eres más que solo tú (y esto algo que no habías contemplado). Y no es tan fácil.

Antes no era así.

Antes, en un tiempo que yo viví, el mundo era un campo explorable del que ibas de la mano de tus padres y podías vivir la aventura de descubrir el explosivo sabor de las mandarinas de la mano de tu abuelo. Los días eran habitados por el sol y la noche por los sueños así sin más.

Hoy estas así de solo y tienes que tomar las decisiones así de solo. Si caminas la noche o si te refugias de la lluvia. Si retas a la vida o te adaptas al juego establecido. Si levantas la cara al viento y dejas que tu risa se enrede en su pelo.

Estas letras no concluyen por que la vida no concluye en nuestra impermanencia. Es solo una reflexión bizantina de jueves de mayo.

Así es esta vida (¡loca, loca, loca! con su loca realidad…).

Un beso loco, loco, loco de

Fernando

Pd. Antes, en un tiempo que yo vivi, las tardes transcurrían acariciándose. Mi abuelo bebia cerveza con sal y pimienta mientras grababa, dibujaba o ponía un bolero. Cuantas tardes de mayo, cuantas pláticas, cuantos recuerdos. Cuantas cosas. ¡Salud abuelo! Con café en horario de oficina.