SEGUNDA ENTREGA (Y QUIZA ULTIMA). QUE HABLA DE COMO LAS NUBES ABRAZAN A LAS MONTAÑAS Y DE LAS VENAS DE PAVIMENTO DE LA CIUDAD EN DONDE LOS GUERREROS DE LA NOCHE VELAN SUS ARMAS PARA PELEAR LA BATALLA DE LAS 359 NOCHES (EN HORARIO DE OFICINA).
San Pedro Garza García, Nuevo León. El noreste mexicano que coquetea con el primer mundo mientras pierde su esencia al respirar ante el embate de las barras y las estrellas.
La noche no ha terminado de despedirse de la ciudad, pero ya más de dos millones de despertadores agitan los sueños y alejan los ronquidos, regresando almas a su realidad. La luna exhala sus últimos suspiros cuando el vapor anuncia la llegada del café que consagra la despedida entre la noche y el día.
Brotan los alegres panes de tostadoras y la mantequilla vive sus quince minutos de fama aprovechando para vivir un romance eterno con la mermelada, sin saber que el mismo solo durará las tres mordidas del dulce despertar.
Las fábricas arrancan temblorosas con sus grandes pipas que decoran en garigolas la escena. Poco a poco los puentes, las avenidas y los bulevares van sintiendo el calor de los autos de modelos reciente que las recorren. Es como si se metiera a una regadera para de pronto estar empapado. Los celulares suenan. Los guerreros de la noche salen a luchar.
Luchan contra el tráfico, pelean con los autobuses urbanos que acarrean gente que cuelga por las ventanas. Luchan por un lugar en el estacionamiento. Pelean por un lugar en el trabajo. Es la guerra de los alacranes en una tina, todos quieren salir y todos obstaculizan al otro. Son guerreros de la noche por que viven su realidad en sus sueños. La batalla dura 359 noches al año, por que 6 noches son vacaciones de ley.
Los bancos abren afilando los colmillos y apenas empieza a correr la información, las monedas, los billetes y las transacciones. No tienen tiempo para despertar (tampoco tienen tiempo para soñar). Mecánicamente un regaderazo, amarras bien la corbata y sales pintando una sonrisa al día. Eres grande y más grande eres cuanto más pequeño haces al otro, insiste la ciudad.
En las esquinas nadie quiere ver al niño que vende chicles. El BMW acelera desafiando como si no importara el incómodo vendedor al que no se le da tiempo de ponerse a salvo. Los tragafuegos, los adoptados por la calle, los enfermos, los viejos. Ese mundo underground como lo llama la gente nice. No se ven, no deben verse. Alineados al Imperio la sociedad se trata de adoptar sus costumbres más vanas. Bajo este ritmo de vida no se trata de ser sino de parecer. Para esto, miente quien dice que el espanglish es exclusivo de nuestros paisanos ilegales del otro lado de la frontera. Las expresiones whatever, anyway, break, o incluso hablar inglés entre mexicanos es lo in. Se pierde incluso el sentido orgulloso de ponerse sombrero y ser norteño por que ahora te vestiste de ranger bajo ese oscuro deseo de ser tejano y olvidar la realidad. Esa triste realidad.
Al fondo de la escena, como un mudo testigo del tiempo, el cerro de la silla y las otras montañas invitadas a la reunión son decoradas por un lienzo blanco de nubes, mientras que la monumental bandera en la colonia Obispado ondea como asintiendo.
Continuara...o tal vez no.
Fernando Todd, un día en San Pedro.