Desde las montañas del noreste mexicano, en el Noviembre del 2006
A Gabriel, Momi, Santiago, Romina, Marycarmen
y los que vengan con los años y quieran unirse
a la misión de recuperar a “la Loquita”:
Queridos sobrinos,
Les escribo esta carta para pedirles un favor muy grande. Es que estoy buscando a una tortuga que se llama “La Loquita” y quería ver si me podían ayudar a encontrarla.
¿Qué cómo es?. ¡Qué buena pregunta!. Déjenme ver.
Supongo que para estas fechas ha de medir -cuando mucho- medio metro de largo por 40 centímetros de ancho y ha de tener unos 60 años de edad (esta viejita, dirán ustedes, pero si tomamos en cuenta que en realidad las tortugas viven más de 100 años, algunas hasta 150, esta tortuga andará apenas pasando por la mitad de su vida). Es una jovenaza pues.
Ya sé, ya sé. Ahorita han de estar pensando que su tío Fernando ha perdido totalmente la razón, que vivir en las montañas del noreste mexicano no deja nada bueno y que es humanamente imposible encontrar una tortuga que se llame “La Loquita” con un diámetro de 50 por 40 centímetros y credencial del INSEN.
Además debo de confesarles que no se ni dónde esta. Espero que esta confesión no los desanime. Pero a mi favor y a favor de esta misión puedo decirles que tengo un plan para encontrarla y…¡tengo pistas que nos pueden ayudar!.
Tengan confianza y ya verán que pronto “la Loquita” estará entre nosotros.
Les platico. Solo antes les pido un favor. No lo comenten con sus papás ni sus abuelos o tíos, mejor que quede entre nosotros. Es que ellos tal vez no lo comprenderían por que son, ¿como decirlo? demasiado “adultos”…¿si saben a que me refiero, no?.
Entonces sigan leyendo esta carta que se convierte en historia. ¿Han viajado antes en el tiempo? Bueno, solo abran las orejas y dejen que su imaginación los lleve. Tenemos que recuperar a “La Loquita” a como de lugar.
Para que se enteren de este asunto les comento que todo empezó en el
EPISODIO I
Que narra la infortuna del Faul y sus amores que no nacieron y previene de lo adictivas que pueden ser las aguas celis los domingos en la Plaza de Armas. Además establece el por qué no se encontraron ese domingo el Faul con el Clavijas, el Loco y Beto.
Todo esto empieza una mañana de un domingo de Julio en la ciudad de Torreón, que todavía era apenas un intento de ilusión. En esos años la ciudad se construía gracias a que a alguien se le ocurrió que debía pasar un tren por ese pedazo de desierto. Esos eran los días primeros cuando a la recién nacida ciudad empezaba a llegar gente de todos los rincones del planeta con el ánimo y la fuerza necesaria para vencer al desierto.
Ese día el sol asomaba la mañana iluminando de a poco el cerro de las Noas que a lo lejos se veía nada más como una piedra grande y seca. El ambiente en la Avenida Morelos se empezaba a entibiar con el ir y venir de gente de todo tipo, mientras algunos carros Ford y un gitano cilindrero ponían la música de la mañana.
La ciudad era nueva. Pero en esos días ya se empezaba a construir una historia que entrelazaba a muchas otras y que sigue entrelazando y alimentando a la misma historia.
El Faul despertó esa mañana que era el día de estrenar esa camisa azul celeste que había comprado en abonos al árabe que le prometió que era del mismo tipo y calidad de las camisas que estaban de moda en Europa por esos años. ¿Y en que mejor lugar estrenar la camisa que en la Plaza de Armas?.
La Plaza de Armas era entonces el centro de reunión. Ahí se habían quedado de ver, como todos los domingos el Clavijas, el Loco, Beto y el Faul, obviamente con su camisa nueva.
El Faul llegó muy temprano a la cita dispuesto a asombrar a la gente con su camisa nueva.
A las diez de la mañana se había tomado dos aguas celis, mientras sonreía abiertamente buscando una respuesta a su sonrisa, pero a las muchachas de esa época parecía no importarles.
No crean tampoco que era guapo el Faul, sino más bien era feo, justo como es un faul en el fútbol. De ahí venía su apodo. (Se me había olvidado comentarles que los protagonistas de ésta historia eran entre otras cosas futbolistas, pero es importante que lo sepan).
Sin embargo el Faul no sabía o parecía no importarle que era feo. Se peinaba con kilos de vaselina y trataba de estar siempre lo más presentable posible. Ese día sin embargo se había esmerado en su presentación y eso hacía que se sintiera -por lo menos ese día- el Clark Gable lagunero.
Ya eran las once de la mañana.
El Faul leía el periódico con una sola mano para evitar que la gente no lo viera, mientras le boleaban (otra vez) los zapatos. Por nada del mundo se quería mover de la Plaza de Armas, que cada vez se llenaba más de niños, señores, muchachas, globeros. Sentado mientras lo boleaban por quinta ocasión, un vendedor de algodones se plantó justo en frente de él haciendo rabiar al Faul quien no quería por nada del mundo pasar desapercibido. El vendedor le ofreció un algodón y el Faul lo quitó de enfrente haciendo uso únicamente de su furiosa mirada.
Eran las doce del mediodía.
¿Están de acuerdo que a esa hora el sol de Torreón ya no puede considerarse tu mejor amigo?.
El pobre del Faul buscaba alguna sombrita donde refrescarse, pero en ese entonces los árboles estaban recién plantados y no daban buena sombra. El Faul moría de calor mientras se tomaba su sexta agua celis.
A las doce y media llegaron el Clavijas y Beto a buscar al Faul, pero este había ido al hotel Río Nazas a pedir el baño por que después de tanta agua celis no se aguantaba las ganas.
Al no encontrarlo, pensaron que tal vez llegaría más tarde y decidieron ir por el Loco y después regresar a buscar al Faul.
Las dos de la tarde.
El calor, el hambre y la impaciencia se habían apoderado del Faul. Ya no era fácil mantener el porte y la galanura. Toda la mañana ahí y nadie parecía percatarse de su presencia. Todos sus esfuerzos por llamar la atención de alguna chica, todo su peinado que el sol había derretido ya, su dinero gastado en las aguas celis, las boleadas, el periódico. Todo parecía haber sido en balde.
En eso sucedió lo que sucedió y ahora les cuento lo sucedido.
Como visión de calentura el Faul vio a lo lejos a una guapa muchacha acercarse a él. El sol nublaba la vista, y el Faul palidecía del color que palidece la esperanza. ¿Iba hacia él esa mujer?. ¿Se pasaría de largo?. ¿Tendría el Faul alguna posibilidad de entablar una conversación?. ¿Era ella el amor de su vida?.
Conforme la mujer avanzaba el Faul repasaba mentalmente su apariencia. Con la mano derecha intentó acomodarse el copete mientras sacaba lustro (¡más!) a sus zapatos tallándolos contra la parte posterior de su pantalón.
En eso el momento llegó. La mujer volteó hacia él. ¡Se detuvo frente a él!. Cuando se entere el Clavijas –pensó rápidamente el Faul. En eso la desilusión se configuró por extraño que esto parezca, en las palabras de una mujer.
-- Disculpe señor, ¿me podría decir si ha visto Usted a un señor con camisa azul y pantalón gris pasar por aquí?.
La cara del Faul se descompuso. ¿Solo es eso? ¿Solo para esto lo abordó? ¿Qué podría ya presumirle al Clavijas y a los demás? ¿Para que su esmero en su presentación? ¿Para eso soportó el sol, la sed, el hambre?. Algo había que hacer para hacerla recapacitar, para que la oportunidad no se fuera como arena entre las manos.
-- Señorita, -el Faul apenas hilvanaba palabras mientras trataba de recomponer su rostro de la desilusión- fíjese que tengo desde las 9 y media de la mañana aquí en la Plaza, con mi camisa nueva de modelo claramente europeo y no he visto pasar a nadie con la descripción que Usted me da.