No acabo de entender bien a bien cual es la necesidad práctica de las juntas en la oficina. Se los juro.
Peor cuando son a deshoras. Muy temprano en la mañana o cerca de la una de la tarde cuando el hambre aprieta. Aparte hay juntas en las que después de 45 minutos (o segundos) te empiezas a preguntar que diablos haces ahí.
No se si les pasa, pero cuando estás en una reunión de ese tipo (donde en realidad tu pintas muy poco y fuiste convocado solo por el remoto caso de que seas necesario) te pasan muchas cosas.
Primero, tu estado mental empieza a llevarte hacia un túnel que te desconecta de tu alrededor. Como por arte de magia, llegaste a un mundo donde los contratos, la contabilidad y tu jefe no existen. Te das cuenta que ese mundo las nubes son algodones de azúcar y es gobernado por el Changoleón quien te organiza un cóctel de bienvenida. Todo es divertido en ese mundo al que llegaste por obra y gracia de tu estado mental (Me pregunto si los monjes tibetanos han llegado a este estado que rebasa el Nirvana.)
Pero hay un momento en que regresas de golpe a la realidad, y es ahí cuando debes de tener mucho cuidado para no quedarte en el “viaje”. Generalmente regresas a la realidad cuando alguien que esta sentado a tu lado te da un leve codazo y te dice en voz baja pero audible para toda la mesa: “Fernando, te habla el Licenciado”. Entonces con esta frase regresas de golpe a la realidad (sin tiempo siquiera de despedirte de Changoleón y agradecerle todas sus finas atenciones) y solo te queda fingir. Tocas ligeramente tus lentes con la mano derecha, toses levemente y apuntando con la pluma hacia los papeles que tienes enfrente dices: “si tal vez esa opción podría funcionar” o cualquier otra frase que no te comprometa mucho. Sudas frío mientras te enteras si lo que dijiste puede sacarte del apuro o si empiezas a pensar una bonita redacción para tu carta de renuncia.
Si no metiste la pata con tu respuesta, sigues en la junta tratando de concentrarte para evitar volver al mundo de Changoleón (aunque te mueres de ganas de regresar y platicar con esa pelirroja que conociste allá). Entonces te das cuenta que tienes hambre. Piensas en otra cosa, pero tienes hambre. No importa si te zampaste 4 tacos a media mañana: entrar en una junta es sinónimo de incomodidades y el hambre es una de ellas. Para calmar el hambre, tomas agua. Terminas el agua y quieres ir al baño. ¡Dios mío! ¿Por que me has abandonado?.
Bueno, quisiera seguir platicándoles, pero tengo una junta en diez minutos.
Abrazo.
Fdo Todd