Quisiera escribirles de temas trascendentes.
Digo no es por falta de tema, por que temas para profundizar tenemos (si no para que esta la ley Televisa, la mediatización del caso Santoy que lleva a la insensatez de dar valor probatorio en los tribunales a los programas del corazón, o seguir contándoles como nos estrangula el neoliberalismo mientras nosotros jalamos la cuerda).
Pero cuando tu vida es un circo de tres pistas poca seriedad lleva tu caso.
Todo empezó el lunes. Ya de por si el lunes las sábanas te abrazan más fuerte y es muy difícil convencerlas de que te dejen ir. Bueno, pues este lunes nació antes con el cambio de horario, así que todo se complicó.
Pero ya, me levante y Dios sabe que trate de pintarle la cara al día. Un perfecto rasurado antes de una ducha revitalizante cantando a coro con el patito de la regadera esa de Panteón Rococo que habla de la dosis perfecta que está en sus caderas. (El pato de mi regadera no ha sido bautizado, se aceptan sugerencias). ¡Listo!. El espejo me dio efusivamente las gracias y todo parecía estar listo para enfrentar la semana con buen ánimo.
La continuación natural para un día como el recién narrado es escoger tu traje favorito, combinarlo pulcramente y competirle al sol con tu corbata tan radiante. Pues bien, saque el mío del closet, (gris Oxford impecable) como seduciendo a su funda lo desvestí y saque el pantalón para darte cuenta que tenía un agujero que hubiera permitido ver mi alma de ser necesario. Chale. Saque otro traje, use otra combinación pero ya no me sentía el mismo yo (aunque el otro yo también era muy guapo). Pero en fin.
El día empeoro cuando me enteré que mis Guerreros son huéspedes temporales (espero) del sótano de la tabla general. Todavía peor, cuando me cancelaron una reunión importante que tenía esperando un mes.
Como verán no tengo cabeza para escribir cosas inteligentes. Mejor platicamos pronto. Mientras les mando un abrazo.